La investigación en el mundo de los plásticos continúa deparando excelentes noticias cada día. Apenas pasa una semana sin que salte a la palestra un nuevo progreso, una nueva aplicación o una nueva ventaja añadida a las que ya conocemos de cada material. Los departamentos de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) invierten importantes sumas económicas, talento y experiencia para que los productos sean cada vez más competitivos.
Uno de los ámbitos en los que se ha centrado la industria es en el intento de subsanar uno de los problemas que repercute en mayor medida en pérdidas económicas, en especial en las aplicaciones agrícolas y ganaderas de los plásticos; el efecto de las plagas y los mosquitos tanto en los materiales transportados, sólidos y líquidos, como en las propias tuberías e impermeabilizaciones que los contienen. .
Un paso más allá
Los termoplásticos empleados para conducciones ya son resistentes a la corrosión y ejercen de barrera para la aparición de microorganismos. Evitan, de este modo, la aparición de moho y la proliferación de bacterias, algo que no podían garantizar las tuberías de los materiales clásicos, como el cobre o el acero galvanizado.
Sin embargo, crear un plástico contra mosquitos sigue siendo un desafío para su uso en mosquiteras, depósitos, techumbres de invernaderos, lonas, geomembranas o mobiliario de jardín, entre otros muchos. Se trata, casi siempre, de componentes expuestos a la intemperie.
Agricultura y ganadería ven afectada su producción por la aparición de plagas, en su mayoría provocadas por insectos o roedores, con el consiguiente coste económico que ello implica.
Hasta el momento se han logrado avances incorporando a los plásticos insecticidas que se difunden poco a poco desde el polímero y que actúan en la superficie del termoplástico, evitando la presencia de insectos.
La velocidad a la que se produce esa difusión depende de varios factores; la temperatura de transición vítrea (Tg), la compatibilidad entre producto insecticida y plástico, la temperatura de uso y la cristalinidad del polímero. Para que la duración del efecto sea mayor, el insecticida puede encapsularse, lo que retrasa el paso entre las cadenas poliméricas.
Encapsulación
Los progresos en las técnicas de encapsulación favorecen la manipulación de los aditivos como polvos en lugar de líquidos. Esto hace que no sea necesario emplear bombas ni conlleva las dificultades de dosificación que se daban con la metodología antigua, que podía distribuir el producto de manera irregular.
El Instituto Tecnológico del Plástico (Aimplas) ha sido uno de los pioneros y desarrolla desde hace años una línea de investigación que ha conseguido algunos objetivos, como la obtención de plásticos y tejidos con efectos repelentes e insecticidas de larga duración.
Estos avances se han demostrado eficaces en la eliminación de insectos como las cucarachas, moscas y mosquitos. Con ello se abre una puerta a la obtención de plásticos que sirvan de barrera contra un gran número de plagas en infinidad de objetos cotidianos que están a la intemperie y en tuberías.
En el caso de los tejidos, el insecticida puede tener diferentes velocidades de liberación y su potencial es enorme; desde suelas de zapatos hasta ropa de uso profesional, plásticos empleados en herramientas para situaciones de emergencia, tiendas de campaña, etcétera.
Como ocurre desde hace años con los plásticos, lo que un día parece una quimera, con el paso de poco tiempo se convierte en una realidad palpable y muy extendida.
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